Tuesday, May 08, 2007

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El doctor dice que no debo llorar, que estoy lista. Me acerca el estetoscopio del doble palpitar, del cansado y necio que anuncia al siguiente golpe -estás viva, estás viva-, y del que corre, agitado y ansioso -éstoy aquí, quiero vivir-. El doctor dice que estoy lista y talvez tenga razón. Necesito alcohol para curarme los brazos.

Recuerdo el sonido hueco, tus ojos se ven menos tristes si levantas y pintas tus pestañas, el cuerpo sin talento del hombre que no sabe amar y los clavos fríos en mis pies descalzos frente el refrigerador. Soledad exprime mi vientre. Una anciana lava mi cabello. Resígnate, niña. No todas nacemos para ser madres. Este ruido, estas sábanas, esta luz.

Cada madrugada despierto en una orilla distinta. Me siento en una pared, de frente a la otra, a dibujar círculos concéntricos con las crayolas que brotan de mis oídos. Lechugas me nacen de las manos y las mastico, insípidas, nada más por destrozar algo ligero.

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