Sunday, May 06, 2007

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Hasta hace un momento todo estaba bien, normal, como siempre. Una nunca sabe cómo están las cosas cuando se trata de Él. Me enamoré a los 17 de sus cejas pobladas y sus manos suaves, de su sonrisa a medias y su voz despreocupada, incitante y severa a veces y otras, atractiva y nerviosa. Yo seguía sus pasos, ciega, tambaleante y él se dejaba alcanzar vanidoso y torpe. Nunca he podido entenderlo y, de hecho, todavía no sé de cierto si le gustaba tanto como él decía y mucho menos puedo saber si me quería, pero yo creo que sí, que me quería a veces. Él era así, hosco e inseguro y yo lo encontraba mínimamente tierno.
Todavía lo recuerdo, fue un 30 de marzo cuando me pidió un beso nada más. Al día siguiente desperté estúpidamente enamorada, sí, pero terriblemente revuelta en culpa y, sin saberlo, con un segundo aliento en el vientre. Desde entonces empecé a caer sin poderme agarrar de nada. No pude hacer que mi cuerpo líquido Lo retuviera, hombre con olor de humo y labios de vinagre. No, no pude detenerlo y lo perdí porque no había suficiente amor para los tres. Entendí que nada más nos alcanzaba para uno porque yo Lo amaba. Las cosas se hacían como Él decía que fueran: "No te quiero perder" decía. Yo dejé que me arrancaran lo único que había podido robarle, sangré por cuatro días y después nada.
La verdad es que ya no tenía nada ni me sobraba nada. El espejo comenzó a vomitar mentiras porque yo estaba por demás. El vacío daba vueltas y vueltas en mi taza de té rojo, vueltas y vueltas sin nada pudiera detenerme. También me hice de humo y también buscaba sobre la lengua el vinagre de la alacena o de sus labios, de donde fuera pero siempre a escondidas.
Hace un momento quise mentirle, explicarle que no había quería quitarle eso que no quería darme. Le pedí que me perdonara por no poder detener mi cuerpo obstinado, pero Él no dijo nada. Yo le pedí perdón y Él salió de su agujero, de sí mismo, encendido, apretando puños y mandíbulas. Desde entonces empecé a resbalarme por mi cuello, pecho, abdómen, piernas y pies.
No, nunca he dejado de desangrarme a mí misma porque siempre he buscado en Él, porque siempre he merecido lo que hoy vino de sus brazos. Una docena de claveles, dos, tres, abiertas en mi vientre líquido que ha vuelto a vaciarse. Té rojo escurriéndose con sabor de fierro por la garganta, insistente, asfixiando el palpitante dolor en la nariz. De arriba sigue cayendo agua limpia y no me puedo detener, sigo deslizándome, dando vueltas y vueltas y vueltas hasta llegar a la coladera. Tengo miedo de que Él regrese, sí, pero no puedo dejar de temblar de puro pensar que se pudo haber ido para siempre. Entonces, el charco de agua salada que refleja mi cuerpo desnudo comienza a vomitar vinagre.

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2 Comments:

Blogger Varo dijo

Sigo por aki y tu sigues mejorando

3:45 AM  
Anonymous Anonymous dijo

... pues si... snif... k se le hace... por cierto, k rara esta la imagen del tipo k firmo primero k yo...

12:10 PM  

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