Saturday, April 14, 2007

Como los gatos

Los tacones me acercaron a él
y él se inclinó hacia lo que no era
yo, porque yo
fui nada en el contexto del todo
saturando los impulsos.
La madrugada enllagó la piel
por el estar, incansables, calcando
poro sobre poro.
Lunece y los gatos callados
se lamen el propio cuerpo solitario;
obsesivos, ensimimados,
como si se tratara del olor e insistencia
del otro, del que no está.
La culpa espera, las sábanas transpiran,
la pared nos extraña
afuera.
Despierto y ya no tengo todavía,
los escalofríos me tiemblan
y lloran.
El pecho agitado recuerda los tragos,
y todo lo que -dirás- no significó nada.
La culpa no espera y amanece
a las diez.

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