sin nada qué hacer con este renglón vacío

por primera vez me sorprendí imitando un gesto suyo. ese que me hacía rechazarlo, ese gesto de soberbia e inconformidad, de fastidio, de vanidad terriblemente agresiva, tan grave que en el segundo inmediato me rechacé. después me di cuenta de lo inútil de reflexionar en este tipo de cosas. de lo inútil que resulta releerlo.

ahora estoy pensando que, si no hubiera visto una hora en youtube, ya estaría dormida. pero es que a veces no puedo evitar mi necesidad de recuperar algo de lo que era mío, infinitamente importante, algo tan ridículo como ver el final de dragon ball.

ahora me acordé del álbum incompleto que debe seguir debajo del colchón. con la firma de rocío y la mía porque era nuestro álbum, el que estábamos decididas a llenar, costara lo que costara y aunque las tarjetas doradas fueran difíciles de conseguir... hasta que nos fue imposible conseguir incluso las más comunes porque a la dueña de la mercería se le dio la gana no seguir invirtiendo en tarjetas de monos, como les decía mi mamá.

esos monos son para niños, decía. las cosas de los niños y de las niñas. no me decía nada cuando veía sailor moon o candy candy o heidi o sandybelle y todas esas cosas para niñas. de todas formas, yo prefería a goku.

me quedan cuarenta páginas por leer. me caigo mal cuando no entiendo la relación entre mis ideas. es que tú eres bien pinche random. lo que pasa es que los detalles pequeñitos, cotidianamente improbables son los que me construyen como una realidad absoluta. aunque este último comentario no tenga nada que ver, you know.